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El socialista católico

El socialista católico
Lleva 30 años emperrado en lo mismo, en insultar a los obispos haciéndose pasar por católico, sin más acreditación que su devaluada verborrea y sin más beneficio que la complacencia del tiranuelo que le respalda y mantiene en el cargo.


Nunca dice que es un pobre sirviente privilegiado del poder al que sirven todos los socialistas para denunciar sus excesos, ninguno lo ha hecho en los últimos 30 años, la conciencia de clase no se revela contra la acumulación y concentración de su capital, ni siquiera se menciona y menos se hacen huelgas contra él. A este respecto hay que reconocer la evidencia de que todos los socialistas y comunistas son iguales; ninguno ha osado molestar los intereses de tan singular prepotencia.

Es difícil ser católico sirviendo de una manera tan rastrera al sectario tirano refractario a la religión ante el que se doblegan los socialistas, aunque la miseria de la ignorancia y la ignominia de la prebenda permitan decir cualquier cosa contra los insumisos a ese poder tenebroso.

Creo que fue llamado víbora con cataratas por un correligionario y no parece desacertado; es el animal más rastrero y venenoso de la península ibérica. Se siente ofendido demostrando menos virilidad que si estuviera capado, vasectomizado u homosexualizado, con el único fin de cumplir las exigencias para el ascenso dentro de su partido, simula que “llora como mujer por lo que como hombre no es capaz de defender”.

Dice que no es un asesino aunque tiene un alto puesto en la jerarquía del partido de los terroristas del GAL, lo que evidentemente le capacita para dar lecciones de democracia y de moral laica, entre ellas está promover la alucinación del derecho al aborto para borrar la “creencia” de que hay muchos seres humanos a los que se está matando.

Hay una cosa peor que la hipocresía, -de la qué él tanto acusa a los obispos-, es la de la imposibilidad de ella y, aquí también, todos los socialistas son iguales y, si no lo son ya, pronto hará que lo sean el ministerio de igualdad; carentes de dignidad sólo les queda ladrar.


* Juan Antonio Martínez Muñoz es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.

Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.

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