‘El Cascanueces’ deslumbra con su ballet de Hoffman en el escenario de 'Pozuelo Escénica'
El sábado 28, el Auditorio El Torreón se vistió de largo para acoger, dentro del primer fin de semana del festival Pozuelo Escénica, al Ballet Ruso Imperial, con el espectáculo ‘El Cascanueces’. El ballet está basado en el cuento ‘El cascanueces y el rey de los ratones’ de E.T. Amadeus Hoffman, con la música del maestro ruso Tchaichovski.
Pese al reconocimiento mundial de esta compañía -fundada por Maya Plietskaya en 1994- y la apacibilidad de la noche, el auditorio no completó su aforo. Sin embargo, la representación hizo las delicias de todos los allí presentes, la mayoría de ellos eran familias y matrimonios.
Pasadas las 22:30 horas y tras los primeros acordes musicales que ayudaban a acomodarse a los rezagados, comenzaba la función. El público contemplaba un gran salón, decorado con motivo de la celebración de la Nochebuena. Trajes de gala, pelucas empolvadas y niños correteando iban desfilando por la estancia.
Los anfitriones Stalbaum, junto a su hija Marsha, saludan a un invitado un tanto estrambótico, Drosselmayer, que entretiene a pequeños y grandes con sus bailes y trucos de magia. La niña se sorprende especialmente con un muñeco cascanueces que Drosselmayer le regala. Al llegar las diez, los invitados se despiden evocando pequeñas reverencias -révérences- y la fiesta da por concluida.
De repente, pequeños ratoncillos -interpretados por niños del conservatorio profesional de danza de Madrid- se entremezclan en el público y, encabezados por su rey, declaran una guerra al Cascanueces, que ha tomado vida y que termina venciendo cuando mata al rey ratón. Masha lo contempla todo y Drosselmayer, ahora como maestro de ceremonias, convierte al Cascanueces en Príncipe. Después viajan por un mundo mágico los dos juntos.
Un descanso para asimilar
Se cambian las puntas blandas por las de madera, los trajes por los tutús y las mayas; pasado el intermedio, ballet en estado puro.
Los habitantes del Reino Mágico van dando la bienvenida a sus nuevos príncipes. De nuevo los niños toman el escenario e interpretan una animada melodía que arranca las palmas y los vítores del público. Por turnos, el escenario va acogiendo a los más de 40 bailarines de esta formación que derrochan precisión y aplomo en sus movimientos.
Los adagios -movimientos lentos- interpretados por las flores y las árabes intercalados con los sautés o allegros -movimientos rápidos basados en saltos- realizados por las parejas chinas o rusas son los movimientos que se veían justo antes de que el espectáculo acabara.
Para terminar, Masha -Anna Ivanova- y el Príncipe -Nariman Bekzhanov- realizan sendos individuales, para acabar demostrando juntos con los gestos lo que es un ballet Romántico. Flores, hadas y duendes vuelven al escenario -aunque el espectáculo no sólo se encuentra en la tarima, en los laterales, el resto de integrantes danzan al son de la música-. Lentamente, Drosselmayer aparece en una esquina sosteniendo en brazos al muñeco Cascanueces.
El sueño termina y la representación llega a su fin con las sonrisas y los aplausos de público.
Escribir un comentario