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El Ballet Nacional de España regala arte en estado puro

 

El Ballet Nacional de España encandiló a un abarrotado MIRA Teatro de Pozuelo de Alarcón con sus dos coreografías: 'Aires de Vida y Corte' y 'La Leyenda'. Esta última levantó al público de sus asientos, que permaneció durante más de cinco minutos ovacionando a la compañía de José Antonio.



A las 20.00 horas, con una puntualidad absoluta, tronaron los primeros acordes y el MIRA Teatro se sumió en la más absoluta oscuridad, aunque no cesaba el murmullo entre el auditorio y los últimos asistentes ocupaban sus localidades.

Pero la visión de los primeros bailarines en escena, caracterizados de toreros ellos y de goyescas las mujeres, consiguió lo que no había logrado la música: captar la atención del público.

El sonido de los primeros zapateaos y los movimientos de los bailarines auguraban que la noche estaría dominada por el arte, algo que con el paso de los minutos se confirmó.

Coordinación en el Madrid de 1800
'Aires de Villa y Corte' combinó la delicadeza del ballet clásico, muy en la línea de 'Carmen' de Bizet, con la fortaleza y la garra del flamenco. Se trataba de un baile de seducción en el que los hombres trataban de cortejar a esas mujeres del siglo XIX que la coreografía exigía. Los varones, con su catálogo de piruetas y giros, encontraban en los grand jeté y los attitudes de ellas la respuesta perfecta.

La primera parte anticipó la coordinación y la limpieza de los movimientos que dominarían las dos horas de representación. Sin embargo, el público se mostraba aún un tanto contenido.

Una situación que se transformó por completo tras el descanso. 'La Leyenda', un homenaje a la desaparecida Carmen Amaya, figura del flamenco, con sus taconeos y palmas, sedujo por completo al auditorio, entregado al arte que destilaban sus dos protagonistas, Elena Algado y Ana Moya.

Alegría para un zapateao
La catarsis se produjo durante el sexto movimiento, 'Alegrías', en el que ambas protagonistas mantuvieron un apasionante duelo, jaleadas por la compañía de música y cuatro palmeros. El interminable zapateao de Ana Moya, que demostró que, al igual que Carmen Amaya, una mujer puede bailar de cintura para abajo, de la misma manera que un hombre, despertó los primeros bravos del auditorio.

La Seguiriya final, en la que Ella Mujer apareció ataviada con una espectacular bata de cola blanca que movía con una ligereza inusitada, puso el broche de oro a una noche inolvidable, que el MIRA Teatro recompensó con una sonora ovación de más de cinco minutos.

El  cuerpo de baile demostró el porqué el BNE ocupa un lugar destacado en el panorama internacional. Su depurada técnica, unida a la capacidad interpretativa de sus componentes, permiten que iconos como Carmen Amaya vean su pervivencia asegurada.

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