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El huevo de la serpiente madrileña

El huevo de la serpiente madrileña

Como habrá podido adivinar Usted, avispado lector, no soy madrileño. Mi apellido delata que soy vascongado. Y digo vascongado porque eso es precisamente lo que somos los habitantes de lo que hoy se conoce como la Comunidad Autónoma del País Vasco. Vascongados porque fuimos vasconizados por los vascones, es decir, los navarros. Lamentablemente, los vascongados sabemos mucho de ciertas materias, como son el totalitarismo y el terrorismo en todas sus formas. Por diferentes vicisitudes políticas, la Vasconia peninsular se ha convertido en una tierra donde se ha derramado mucha sangre.


Por casualidades del destino, o sea, por trabajo, me encontraba en la Muy Noble y Muy Leal Villa de Madrid el pasado 25 de septiembre. Y quiso el azar que mi hotel se encontrara a escasos metros del Congreso, no en la Plaza de las Cortes, sino en una de las calles traseras del egregio edificio en donde se reúnen los representantes de la Nación con mayor o menor gloria. Mi natural curiosidad me llevó a acercarme a ver la manifestación de lo que queda del movimiento del 15M. Me encontré con padres de familia que quieren un cambio en la forma de hacer política en nuestro país. Hallé a jóvenes que desean un futuro mejor y una sociedad más justa. Pero, sobre todo, me choqué de bruces con aspirantes a terroristas urbanos, émulos de los borrokas de mi tierra de origen, disfrazados con los atuendos de las más diversas tribus urbanas que pululan por las calles y armados con palos, piedras, botellas, banderas comunistas, republicanas, anarquistas, cuatribarradas catalanas con la estrella roja, fotos del condenado juez Baltasar Garzón e, incluso, algún que otro cartel pidiendo la independencia de una queridísima región española.

Y, a pesar de que, efectivamente, hubo gente de bien en esa concentración, los radicales de extrema izquierda eran mayoría. Esta gente no quiere una España mejor o una reforma de nuestro sistema constitucional -lo que es muy lícito-, sino implantar, a base de algarada y disturbio, su propio sistema, totalitario y de un contenido netamente anarcomarxista -sí, soy consciente de que se trata de una unidad contranatura, un extraño batiburrillo ideológico-.

Los incidentes, organizados y planificados, me recordaron en demasía a los que, durante años, se han producido en las calles de las ciudades y pueblos de la Vasconia española. Mucho me temo que hay un terrorismo urbano que busca desarrollarse en Madrid al amparo de la izquierda radical y con el plácet maquiavélico de la política, cuyo objetivo se reduce a debilitar al actual Gobierno. Ojalá los madrileños no hagan como nosotros, los vascongados, y miren para otro lado o, incluso, den calor irracional al huevo de la serpiente. Porque de aquellos polvos, en mi tierra, sufrimos estos lodos.


J. M. Aizpurua

*Este diario no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores ni de las de las cartas al director.

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