Las caretas del sectarismo
Si Conde Pumpido y Mª Teresa Fernández de la Vega no descansan, yo tampoco. No sería responsable. El otro día leí que habían pillado a la otra vicepresidenta, Elena Salgado, comprando en Prada, en la calle Serrano de Madrid. Dejando a un lado el debate sobre si es progresista o no comprar en una tienda como Prada, me quedé tranquilo. Si está en Prada, no está trabajando. Un alivio. Porque cuando trabaja ya sabemos cuáles son las consecuencias.
<"margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify"> <"">Los socialistas enterraron a Montesquieu hace un siglo. Pero ahora ni se molestan en guardar las apariencias. Caretas fuera. La intervención de De la Vega anunciando el recurso al sobreseimiento de la causa contra Camps fue conmovedora. Iba a escribir patética. Mejor, conmovedora. Titubeaba. Se atascaba. No estaba pasando un buen rato. Tal vez era el efecto del jet lag. O vergüenza propia ante una actitud democráticamente infumable. No creo que fuese esto último. El sectarismo nubla el intelecto y destruye la racionalidad. Esa es la explicación. Moraleja: De la Vega debe viajar menos y comprar más. Aunque sea en Prada como su colega. Cuando Zapatero llegó al Gobierno se le llenó la boca de promesas sobre la necesidad de despolitizar la Fiscalía General del Estado para convertirla en un órgano independiente. Ya lo vemos. Literatura para desprevenidos.
<"margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify"> <"">jacobodemaria2@gmail.com
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Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.
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