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Pozuelo de Alarcón

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El Libretillas

 

Allá por el mes de Junio, en una de mis primeras colaboraciones en Diario de Pozuelo, comenté una entrevista que se le había hecho al nuevo alcalde de Pozuelo de Alarcón por aquel entonces. El hombre llevaba poco tiempo en el cargo tras la estrepitosa salida del Consistorio del olvidable Sepúlveda y era la primera entrevista que concedía a un medio de comunicación. Aquel artículo lo titulé ‘El tercer miedo del Alcalde y el biquini de la concejala’. Del biquini de la concejala ya hablaré en su momento. Me está costando Dios y ayuda averiguar cómo era aquel biquini de la señora Sánchez porque Jacobo de María no respondió a mi llamada de auxilio, con lo que aún tengo cosas por concretar sobre aquel famoso dos piezas. Pero, como digo, ese es otro tema. Lo que voy a hacer hoy es retomar a don Gonzalo Aguado. A fin de cuentas es el primer concejal. Pensaba dejarlo para más adelante pero, visto el guirigay que hay montado entre los concejales por el simple hecho de que se critique su labor política, he pensado dejárselos esta semana en manos de Jacobo para ver si se ponen más nerviosos aún y siguen saltando, paulatinamente, sobre el palito que les pone el De María. ¡Qué espectáculo tan pobre pero tan divertido nos están ofreciendo algunos/as!




En aquel artículo de principio de las calores, yo decía de don Gonzalo que le honraba la vergüenza torera que mostraba en la entrevista aunque, en algún momento de ella, daba la sensación de que su prudencia se podía confundir con una petición de perdón por ser alcalde, pero que, en cambio, me había gustado mucho un detalle. Aguado estaba en Primero de Alcalde pero habló de algo muy sencillo que me encantó y que me hizo esperar mucho de él. En aquella entrevista hablaba de que llevaba siempre una libretilla consigo para apuntar lo que le iban contando los ciudadanos y así recordarlo después y resolver sus problemas. Y me gustaba mucho aquel detalle porque ello indicaba cercanía. Y la Administración local es cercanía. Y aquella libretilla era todo un símbolo de humildad y de eficiencia.

Debo reconocer que no sé si, con el tiempo, sigue llevando aquella libretilla o no. Me imagino que no. Suele pasar. El cargo siempre termina pesando mucho y uno suele perder, sin ningún tipo de mala intención, las costumbres sencillas y eficaces en aras de lo que se denomina modernidad que no es otra cosa que la rendición sin condiciones ante el aparato burocrático.

Pero si, por esas cosas de la vida, la sigue llevando en el bolsillo bueno sería que tomase nota de las muchas cosas pendientes que tiene Pozuelo. Y digo pendientes porque en estos meses que lleva de Alcalde, aunque se le han visto detalles, lo suyo está por llegar. No puede ser de otro modo. Es cierto que ya ha superado la Selectividad de la Alcaldía pero apenas ha tenido tiempo de poner en práctica sus ideas. Lo único que ha hecho hasta ahora, y que se haya visto, ha sido dejarse llevar por la política que había puesto en marcha el olvidable. No le ha dado tiempo a más.

Por eso, a Gonzalo Aguado, hoy, no lo voy a juzgar por lo que ha hecho sino por lo que le queda por hacer si quiere aspirar a ser renovado como alcalde de este pueblo y, sobre todo a ser considerado como un gran alcalde. Voy a hacer lo que han hecho los del Nobel de la Paz con Obama: le voy a juzgar en futuro. No por lo que ha hecho sino por lo que espero de él.

Y lo que espero del señor Aguado (apunte en la libretilla) es que no se deje llevar por la costumbre de todos los alcaldes de Pozuelo y se esconda bajo la previsible mayoría absoluta que va a conseguir el PP, con la esperanza de que esa mayoría aplastante le resuelva los problemas. Sería un error que pasase a la historia de Pozuelo como el Alcalde que estuvo en el sitio justo en el momento adecuado pero poco más. Empiece a darnos a conocer su proyecto. El suyo. No el del olvidable. El suyo, repito. Y desde ya. Convénzanos de que tiene un proyecto para Pozuelo y que es mejor que el de todos esos que aspiran a sustituirle. Salga a la calle. Que se le vea. No tiene nada que ocultar. Preséntese a los ciudadanos. Hable con ellos. Recíbalos en su despacho. Acérquese a los contribuyentes. Rompa en mil pedazos esa vieja teoría de que los a ciudadanos que viven en Pozuelo no les importa lo que hagan sus políticos. Rompa, también, en mil pedazos con esa otra que dice que Pozuelo es un pueblo con pocos problemas y, menos aún, desde que el PP gobierna con una mayoría aplastante. Porque yo creo que todo eso son leyendas urbanas. En cualquier caso, son viejas trampas saduceas que convierten a los alcaldes en camarones dormidos que se lleva la corriente. Una corriente, dicho sea de paso, que se convierte, con el tiempo, en un caldo de cultivo perfecto para la intriga palaciega-municipal, también conocida como confabulación barata.
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Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.

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