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Yolanda Estrada y la independencia de Juan Carlos Vera

Yolanda Estrada y la independencia de Juan Carlos Vera

Qué bonito es el amor.


Yo por JuanCar ma-to.

Y es que Yolanda Estrada, aquella que fuera concejala de Sepúlveda en la oscura época gurteliana de Pozuelo, se presenta a las elecciones primarias del Partido Popular en el municipio. Pretende ganar. Solita o con apoyos. Pero no lo va a conseguir, porque aquí la conoce todo el mundo.

El otro día le di un picotazo a su pareja sentimental, Juan Carlos Vera. Él es reputado diputado desde 1993. Coordinador de Organización del Partido Popular. Y un montón de cargos más, que se puede consultar en la web del PP. Y le di un buen picotazo porque no pintaba nada en la reunión del comité ejecutivo de los populares en Pozuelo. Porque nunca había estado en ese comité antes, a pesar de tener derecho a ello en razón de sus responsabilidades en el partido. Pero, casualidades de la vida, ahora, ahora que su pareja Yolanda Estrada se va a presentar en primarias para liderar el partido pozuelero, ahora hace “un pasaba por aquí” y se planta en la reunión. Algo huele a podrido en Dinamarca.

El caso es que mi veneno no ha debido sentar nada bien a Yolanda, que se ha despachado afirmando que su pareja “ha comenzado a sufrir los ataques de estas alimañas cobardes”. Ahí es nada, Yoli. Matando al mensajero.

Nadie atacaría -atacar es un término demasiado fuerte, creo- a Juan Carlos Vera si no estuviera en un entierro en el que nadie le ha dado vela. Aquí no se  duda de que sea respetuoso o de que haya contravenido las normas internas del partido. Simplemente, Yolanda, es que no pintaba nada en esa reunión, y menos si tú te presentas a las primarias. Y dos que duermen en un colchón, se vuelven de la misma condición.

Respecto al resto de cosas que vas vomitando por ahí, culpando de todos tus males a Diario de Pozuelo, ya tendremos ocasión de ir desgranando y respondiendo a tus exabruptos. Chica, yo no sé qué te ha hecho este periódico, pero le tienes una tirria que no es normal. Cada vez que puedes, le atizas. Al fin y al cabo, son las reglas de la democracia, que parecen gustarte poco.

Por hoy es más que suficiente. Uffff, qué calor.